Comida de por medio, sonrisas, flirteo, caricias también; obviamente estaba con mi novia, mi adorada doncella, mi media naranja, mi otra mitad. Bueno no era mi intención hablar de ella, aunque me gustaría, sólo estábamos almorzando juntos por nuestro poco más de dos años y medio de noviazgo, un privilegio para mí ser el elegido, que buena sensación el saber que al llegar a su casa te recibirá con un abrazo o lo que es más le daré yo un abrazo y un beso gigante, que alegría.
Era el medio día, de un agradable y manso día de un invierno en agosto, ¡que invierno!, más de 20 Grados Celsius en el ambiente, pues, ni se sentía siquiera el fresco. En el Paraguay, tierra de mis amores, tierra que me vio nacer, ese era el duro invierno; empero, hay también días crueles en donde los más necesitados, mendigos e indígenas son castigados abruptamente, con ímpetu y ellos sobrellevan con tremenda valía, comiendo, viviendo en la calle, mendigando. Aquí debo hacer una pequeña pausa, pues, estoy totalmente en desacuerdo en darle a las personas de las calles (niños, ancianos, indígenas, indigente en general) monedas de limosna, pues, de esa forma lo único que logramos es que tengan más razón de existir de esa forma, pienso, que en ocasiones hasta no pensarán en dejar la calle, el “trabajo” de mendigo, no digo que será fácil la vida allí afuera, sólo pienso y ojala respeten mi punto de vista, parecería la conformidad natural, “lo normal es ser mendigo”, aunque discrepo un tanto en eso con mi novia (el dar limosnas), pues, ella siempre dice: “algunas veces me gana el corazón”, acepto que el corazón es sobre la razón pero no sobre la explicación.
También aprovecho estas líneas para gritar a los cuatro vientos, posiblemente sea sólo un grito en silencio, en el enter, tal vez sea sólo un grito escrito, una protesta invisible, un rechazo disfrazado, un disparo a la nada, un sentimiento encerrado, enclaustrado y que aprendió a vivir allí, mi queja es por los muchos paraguayos que se dedican también a algo no menos ruin, no menos agrio para los bolsillos de muchos de nosotros, son los “cuidadores” de vehículos que de un día a esta parte maximizaron su presencia en las calles, en los eventos, en todas partes; hasta se dicen estar organizados y te pasan un “papelito”, en donde colocan el precio de su “servicio”, es un acto perverso y desde mi punto de vista es una ofensa, un robo, ladrones de guantes blanco diría yo, aunque, ese adjetivo ya este reservado: también es de uso constante para identificar o nombrar a nuestros muchos empleados públicos, gobernantes, políticos, militares y políticos corruptos entre otros. Me faltaría: tiempo, manos, dedos… para seguir con este tema, mejor continúo con mi relato el cual fue el principio de todo este nuevo texto, escrito con los dedos realmente, pero, guiado por la impotencia, la razón y el corazón. Quizás la aparición multitudinaria en las calles de los “cuidadores” sea la falta de oportunidades laboras o talvez es solo excusa, pero, suponiendo que así fuera, creo que una buena alternativa podría ser el que esos cuidadores, todos, sean empleados municipales, si… leyeron bien, porqué no se los contrata como empleados municipales y se les entrega facturas, así cobran ese servicio, entregando facturas legales, ya que no tenemos otra alternativa más que pagarles por ese servicio y luego ellos lo rinden a la comuna, así por lo menos estarán pagando también los impuestos correspondientes o mejor dicho será una fuente más de ingreso para las municipalidades y ellos no serán desempleados; todos saldremos ganando, nosotros les pagamos a los cuidadores, ellos estarían bien identificados y podríamos confiar más, ellos…luego, rinden lo recaudado a las municipalidades y se les da una comisión; hagan sus cálculos amigos, esas personas están ganando mucho dinero, aunque repito: no creo que les sea fácil pero si ¡son cómodos!.
Almorzábamos en esa mesa solos ella y yo, las personas estaban opacas, transparentes, sólo siluetas eran, nuestro momento era sólo nuestro y de nadie más, me saqué mis lentes lo puse sobre la mesa junto a mi celular, lastimosamente (sin quererlo) los tapé a medias con una servilleta, sólo como dato histórico les comento que la simple servilleta tiene una historia compleja fue un legado del visionario Leonardo Da Vinci, aunque no muchos hablan de ello, bueno pero eso es un mundo aparte. Ya satisfechos y luego que hayamos brindado por nuestro amor, estábamos prestos para ir a pagar la deuda, nos colocamos en la fila y seguimos hablando de temas varios, estábamos cerca del Jardín Botánico, un lugar donde concurren gente de clase media para arriba era God’s pan, obviamente su nombre se me quedó grabado, en breve se darán cuenta que materialmente no fue “el robo” pero las reflexiones posteriores me dolieron aun más en el alma. Pagamos la cuenta, siempre con nuestras manos aprisionadas para no soltar el encanto de estar unidos, en ese momento, queríamos que el tiempo se detuviera y sólo fuéramos ella y yo.
Salimos y nos metimos a mi auto, dimos unas vueltas rápidas, para retomar, para llevarla a su oficina, apenas tres cuadras nos fuimos, me di cuenta que el celular y las lentes los dejé sobre la mesa, ya les había comentado, los cubría mínimamente la servilleta, por ello no lo divisé al levantarme de la mesa. Llegamos de regreso en menos de 5 minutos, sumando con el tiempo que estuvimos en caja, no habría transcurrido más de 10 minutos, la sorpresa, la injusticia, la impotencia se apoderaron de mí, de todo mi ser, el mundo se me vino abajo, no era tanto por el celular que me robaron, sólo el hecho, lo normal que es en mi país, el Paraguay, el tomar las pertenencias ajenas sin siquiera preguntar o decir que alguien se olvidó algo; prontamente averigüé quien se sentó tras nuestro en ese lugar, me dijeron allá van las dos personas, eran empleados de la ANDE, obviamente una negra sensación se apodero de mi, escalofríos, ¡empleados públicos!. Bueno la sorpresa fue un poco grata ante tanta desazón, visto en la guantera del vehiculo de la ANDE mis lentes, hasta allí todo bien, el hombre de anteojos grandes, mirándome por encima de los mismos, despeinado, bigotudo y con un vestir informal, pues, se notaba que sólo escapo unos minutos también para calmar su hambre y volvía pronto a su trabajo, me dijo con una voz poco convincente “pensé que eran de mi socio”, pues, cuando se dio cuenta que no era de su “socio”, sólo lo hubiera ido a devolver o dejarla en su lugar, pero, no… sólo lo llevo, como un trofeo de “guerra”, quizás lo llevaría para obsequiarlo a su hijo(a), con que corazón lo hace…, ¡que buen padre!, que hipocresía, que falso es el hombre, ¿con que sensación puedes regalar algo que robaste?, pues, al no ser tuyo y al estar en un lugar en donde obviamente alguien vendría a reclamarlo, pienso, que desde donde lo mires es un robo y él automáticamente se convierte en ladrón, ¿qué le ensañamos a nuestros hijos?, ¿qué le decimos si encontramos en sus mochilas lápices de otros compañeros?, decimos : “seguro que lo encontró” al igual que este señor “encontró” mis lentes, pero, por lo menos me lo devolvió. Es normal que alguien robe algo y nadie le diga nada, también entonces somos cómplices.
Reclamándole el celular me dijo, “sólo las lentes encontré”; realmente una persona así, lastimosamente debo decir, empleado público y que ya llevó mis lentes, no le creo, no le creí en ese momento y tampoco ahora, pero, supongamos que no fue él (lo digo sólo por decirlo), tuvo que haber sido su “socio”, pero, mi celular nunca lo encontré, posiblemente mi celular se paró y se fue o tal vez salto en la mochila o bolsa o cartera de alguna dama o caballero que se encontraba en ese momento, por así decirlo: en ese refinado comedor de clase media. Analizando este hecho me doy cuenta que es el reflejo de nuestra sociedad, de la impunidad, de la perdida de valores (¿que valores?), capaz que mucha gente ni sepa de lo que estoy hablando, sí Sres. pienso que los valores se perdieron y serán muy difícil reencontrarlos.
Empecemos por casa, enseñémosle nuevamente los valores a nuestros hijos y dejemos que sean ellos los que pueda vivir y aprovechar la tranquilidad de un paraguay sin rejas y no tal cual como ocurre ahora, todos debemos gastar o destinar un monto de nuestros salarios para enjaularnos, pues, prácticamente todos van teniendo rejas en las entradas de sus casas.
Mis reflexiones finales abarcaron más temas, vivo-vivimos en un país donde lo encontrado es tuyo, no lo robas sólo lo encuentras, aunque para ello tuviste que negar que lo encontraste. Robar y empeñar es también una acción común, esas casas son el destino predilecto de los ladrones, de las cosas robadas, porqué en esos lugares no se piden papeles que acrediten que uno u otro artículo es tuyo, por ello, perfectamente podemos robar, diría… seguir robando, pues, siempre encontraremos manos amigas que reciban empeñadas esas cosas que “encontramos”. Pero esperemos (seguimos esperando) que se regulen estas casas que son también culpables de los robo, cómplices silenciosos.
Un negocio también no menos lucrativo y que mueve millones de guaraníes paralelamente a las actividades lícitas, es el robo de vehículo que gracias a las falencias del Registro de Automotores: complicidad, descuido e ineficiencia, cualquier adjetivo es ajustable al sistema que representa un control malo, endeble y que deja una gran brecha para los facineros, malandros y otros, que quieran seguir lucrando mediante el robo y comercialización de vehículos, desangrando al país, a paraguayos que vivimos lícitamente y sacrificadamente trabajando diariamente para sostenernos (a nosotros mismos y a nuestras familias). Los desarmaderos de vehículos son una fachada perfecta para comerciar lo lícitamente no comerciable, ellos manchan sus manos, hasta inclusive también con sangre de las victimas de la violencia en los robos de vehículos.
Extendiendo aun más mi “plagueo” que es normal en mi, aunque para la mayoría sólo sea un ¡grito en silencio!, vivo en un país en donde tirar la basura a la calle, por la ventanilla del auto, del colectivo, caminando por allí, es normal; me duele aceptar esa realidad, me duele creer que no podamos tirar la basura en el basurero, lo normal cuando a alguien le digas, “eso esta mal”, te responden: todos tiran la basura en la calle, pues amigos, empecemos ya a tirarlo en el basurero, y a reciclarla, empecemos por algo tan básico, eso colabora a que nuestro país por lo menos en eso se vea limpio, imposible es limpiarlo a todos los niveles, pero, por lo menos empecemos por algo y vayamos sumando en buenas acciones, buenas costumbres, buenos modales. Vivo en un país en donde ir en auto, por la izquierda, a una velocidad lenta, es normal. NO prender el señalero es normal, ¿saben para qué es el señalero? Pues, ¡sencillo! para señalizar o avisar que se va a girar, es una forma de “mostrar” que estamos por hacer un giro!
Vivo en un país en donde la cultura es lo ultimo en importancia, en donde la violencia a la mujer es moneda corriente, creo que nuestros gobernantes son reflejos nuestros, ellos son los gobernantes que nos merecemos, mediocres somos todos igual que ellos.
Vivo en un país en donde la gente tira en la calle, en el suelo, el cigarrillo o lo que queda de él. Vivo en un país en donde: robar, contaminar, violentar, callarse ante la injusticia, ser mediocre, ser mendigo, la política y la policía es de corruptos, eso es normal en mi país. También es normal: la impuntualidad, las largas filas en IPS, la burocracia en las entidades públicas, el maltrato de los choferes, hacia los usuarios (en las unidades de transporte público), hablar por celular mientras se maneja, el ñembotavy, la coima, la salud y la educación caras, el alto costo en el acceso a Internet y los dominios nacionales. Dios mío libérame de este país, pero sólo, nuevamente es un grito en silencio, realmente creo que todo es normal y yo soy el ANORMAL!.
viernes, 10 de agosto de 2007
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