Hoy, José Pérez, muy temprano despertó, se puso la remera colorada regalo de un político influyente, su conducta más que nada, por sobre su sangre, por sobre su linaje, por sobre sus antepasados gloriosos de las contiendas del 70 y la del chaco; lo tildarían de PARAGUAYOITE, con mayúsculas! Subió a su 4 X 4, talvez quería demostrarse a si mismo una vez más que era capaz de llevar su paraguayidad a los extremos, posiblemente esté enfadado con el mundo, talvez es una forma de expresión innata arraigada en su sangre en nuestra sangre, situada e instalada en el paraguay, lo llevamos a flor de piel; es imperioso enterrar ésta y otras conductas erradas, nuestra idiosincrasia mediocre a veces, debería pertenecer al pasado; soñar no cuesta nada pero soñemos por lo menos, pensemos con todas las fuerzas y ojala generaciones venideras hagan ese sueño realidad, el sueño de un país mas limpio y justo.
Arrancó su camioneta, no podía faltar el tereré, preparado con un "mejunje de yuyos" y un enorme hielo sacado de un vaso de yogurt completaban el ingrediente perfecto para esta travesía por las calles de Asunción.
En su vehiculo, un chillido medio molesto que él lo llamaba música villera; tomó la primera esquina de su casa, para variar no encendió, ni pensó siquiera, su señalero, pues ni modo, no venía nadie atrás, capaz que lo intuía, como muchos otros pues en ningún momento se fijó en su espejo retrovisor; tomó la primera arteria principal que encontró. En su guantera tenía un fajo de 2 billetes de 10mil guaraníes, para la coima con los inspectores de tránsito, pues su habilitación y su registro estaban vencidos desde hace un par de semanas; también tenía un fajo separado con otros 3 billetes para la “autoridá” pues aun no gestionó los papeles de transferencia del vehículo, legalmente el mismo aun no existe en ningún registro del automotor.
Ahora tenía que llamar a los cuates y que mejor momento que el límpido paisaje sin rumbo atestado de vehículos, en esta mañana que empieza a aclarar; el teléfono móvil de última generación, con una mano la tenía pegada fuertemente al oído, hablando con vos alta y un poco ronca, planeaba el partidacho del martes próximo; para que mencionar que se estaba moviendo a una velocidad de 20Km por hora, en donde lo ideal sería unos 40Km por hora, pegado fuertemente al carril izquierdo, el cual se supone, en cualquier parte del planeta excepto en lugares tan distantes que capaz sería bueno compararnos con ellos, en África talvez no sea tanto así, es el mal llamado carril rápido, él lo estaba usando como carril exclusivo, lento y para sus llamadas en movimiento.
Tenía que seguir demostrando su paraguayismo, su autoritarismo, su prepotencia legado de varias generaciones de gobernantes, hago un punto aparte aquí, no busquemos culpables (sería una buena reflexión), busquemos salidas y soluciones, seamos acción pero con el lado bueno, con el positivismo con la ideas fijas en complejos e inexplorables submundos de la perfección, es difícil, decimos día a día, capaz que esa forma negativa de encarar las cosas y el conformismo hace que sigamos así; nos falta más convicción en pensar y decir que podemos cambiar.
Ahora, pero los de atrás tienen que adivinar, pues su calcomanía roja, que legiblemente se podía ver un nombre y un año 2008, es sinónimo de que se le debe respetar y él tiene derechos y no otros, su intención era girar, no sólo era la intención sino que giró bruscamente para retomar al otro carril, en vano el letrero “decía” claramente NO RETOMAR; improperios y bocinazos provenientes de los habitáculos de los vehículos, cuyos chillidos al frenar, aparte del fuerte olor de las cubiertas quemadas, dejó a más de uno, blancos del susto; él obviamente no soltó ni el celular y seguía con sus pláticas amenas.
Tenía que masticar algo antes del tereré, varios turrones almendrados son un perfecto bocado previo, sólo abrió la ventanilla para sacar su mano por allí y lanzar a la calle los envoltorios de esos deliciosos bocados pre tereré que los había morfado ya. Aparte del celular, que constantemente e insistentemente tenía, como si se le hubiera pegado por la oreja; tenía también que, ahora con la otra mano, cebar y tomar su tereré, que impresionante habilidad, digno de un malabarista; su bocina con doble sonido emulando la de un camión cisterna, servía para apurar a los vehículos que él consideraba que iban lentos o infringían ciertas normas de tránsito (cada cual tenía sus propias reglas de tránsito), o para apurar a transeuntes que pasaban, creyéndose con derechos, sobre las franjas peatonales, pobre gente pensante y caminante, crédulos piensan que en este país tienen derechos decía él, mirándolos con cizaña; era así y su vida pasaba, y paseaba alegremente pero ésta estampa pintada de Asunción en el día a día y su vida es retrato de muchos otros paraguayos, de muchos momentos vividos en carne propia en las calles de Asunción y alrededores.
José sudoroso despertó, aquello fue un sueño, una pesadilla un momento de hace 10 años atrás en Asunción, hoy Mayo del 2018 muchas cosas cambiaron pero muchas cosas siguen igual.
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