Mi abuela me lo contó una tarde de octubre, hace mucho tiempo atrás, cuando aun era muy pequeño. Nuevamente quisiera yo, transmitirles a todos esta historia.
Un grupo de excursionistas capitalinos y extranjeros, se unieron para una expedición en los adentros del monte, en Curuguaty, allá por 1970; estaban provistos de poca agua y provisiones exiguas. Tenían que reunirse con otro grupo que vendría del norte, pues ellos ingresarían por el oeste. El lugar fijado para el encuentro era el rancho “Chapeu”, en el cual debían encontrarse, a tres días de la partida por diferentes rumbos. Venían de diferentes latitudes para conocer las riquezas naturales existentes en abundancia en el Paraguay. Ese día tomaron sus pertenencias prestos para la partida, agua sólo para 1 día en sus cantimploras, brújula en mano, un poco de alimento, un botiquín también era compañero inmutable en esta travesía en la cual iban llevando lo justo y necesario, no podía cargar con muchos enseres, pues estaban viajando a pie; un guía, que los transportó en un viejo Jeep, los había dejado a la entrada misma del gran monte y les señaló el camino.
Elías, llevaba la delantera abriendo camino con un machete que blandía en su mano, seguían al sol en su cada vez más rápida huida hacia el poniente, pues ese era el camino a seguir rumbo al cual debían llegar y pronto, porque el señor milenario, rey del horizonte estaba cada vez más oculto; llevaban de igual manera lumbre, pero no lo suficiente como para guiarlos toda la noche por ello era imperioso salirse de allí lo antes posible, las bestias nocturnas podían atacarlos sin compasión, realmente no estaban preparados para acampar por el monte, pero cada vez más se exponían al desamparo.
Los mosquitos, detestables minúsculos monstruos, no los abandonaban en esta odisea que se acercaba a la oscuridad, era algo inevitable, caerían en cualquier momento presos del cansancio.
Herminia, llevaba una vestimenta verde, parecía camuflayarse entre la maleza, estaba cada vez más agotada y exclamó con voz lastimera:
- “estamos perdidos!” -
Sus palabras retumbaron en el oído de todos, se detuvo el mundo en ese momento, recorrieron todos con su mirada, los 5 expedicionarios, a su alrededor y cada camino recorrido les pareció el mismo, estaban andando en círculos.
Se abalanzaba raudamente la oscuridad sobre ellos, el agua estaba quedando poco, el alimento también, los ánimos se iban deteriorando, parecía que alguien los miraba, quizás lobos hambrientos. Encendieron sus antorchas y caminaron aun más sigilosamente, solamente seguían sus instintos y la brújula un tanto los ayudaba. Llegaron en un paraje despejado de vegetación, como si fuera que se hubiera arrancado de raíz toda la maleza, un frio pasto bajo sus pies, los miles de ruidos nocturnos rebosaban, la luna tímidamente empezaba a iluminar. Sus atentas miradas se desvanecían en miradas de terror y cansancio, en eso…
El ruido de unas pisadas de caballos, se escuchó, se encogieron de hombros, no encontraron más fuerzas que solo para abrazarse y como es costumbre, en ese momento, se acordaron de rezar.
El hombre misterioso que apareció tras de ellos en su imponente caballo, los invitó a seguirlo, les dijo que los albergaría por esa noche, pues era muy peligroso quedarse por allí, sin dudar, ellos sabían a lo que se exponían estando allí en medio de la nada; lo siguieron…
En el rancho, unas llamas en la improvisada chimenea, hacía que las sombras se movieran alegremente, grandes dibujos en la pared contigua de los que estaban alrededor de esa fogata, sobre ella, cociéndose la cena. La hermosa Sra. del hombre del caballo y su hija eran las cocineras, mecíase una ancianita en un sillón, tejiendo su aopo’i, los recibieron agradablemente, los invitaron a pasar y les hicieron sentar a todos en la mesa. Tomaron un vino, bastante amargo que los invitó posterior al rico guiso de pollo que saborearon; sus caras era más que las de chicos en una fiesta infantil, regocijo irradiaban hasta por los poros los expedicionarios. Las Sra. vestida de un blanco impresionante los llevó a la sala de huéspedes, en donde quedarianse hasta el alba, era increíble el orden, el olor a azabache y la limpieza del recinto, la cama bien puesta los esperaba, y pensaban que estaban en medio de la nada y como toda esa tranquilidad y orden ¿era posible?…
Les agradecieron la gentileza, se despidieron. Si dudar se acostaron, oraron todos juntos, sin titubeos quedaron tiesos y dormidos como troncos del cansancio, y ahora el estomago lleno los invitaba plácidamente a pernoctar sin siquiera pensar en donde estaban.
Amanecía lentamente, el grillo ya callaba, los pájaros cantaban alegremente, el sol nuevamente repuntaba. Joel fue el primero en despertarse, miró a su alrededor, polvo, telas de araña y mucha suciedad, hormigas rojas que se paseaban sobre sus compañeros, los despertó casi hasta el punto de golpearlos, saltaron de sus sucios aposentos, que hasta anoche eran de reyes, corrieron hacia afuera, los 5 quedaron boquiabiertos, mirando hacia la nada, se miraron mutuamente y no encontraban respuestas, cada uno de ellos se fregó los ojos como no creyendo, uno de ellos se dio una buena bofetada como para despertar completamente, sus rodillas empezaron a temblar, Herminia sentía desvanecerse. En frente a ellos una escena trágica e inentendible, todo el rancho estaba desierto y sucio, caminaron alrededor del rancho y cada vez más era lo sucio y desaliñado del entorno. Los dueños de la casa, la anciana y la hija estaban sentados en la mesa pero “muertos”!!, era una escena extraña, sentados uno alado del otro pero en estado cadavérico, sus rasgos permitían perfectamente saber quienes eran. Cuerpos marchitos, inertes, hechos calaveras que posiblemente fueron intoxicados por algún alimento que consumieron o muertos en forma violeta por malhechores, sus fantasmas fueron los anfitriones la noche anterior.
Retomaron su camino los excursionistas, temblorosos, atontados, anonadados, incrédulos, nadie dijo nada en el trayecto, llegaron al rancho destino, allí se tomaron un buen baño, desayunaron un rico cocido y posterior a eso nunca más quisieron tomar las rutas de ese monte.
martes, 28 de octubre de 2008
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