Nace en cuna de oro, todo es fiesta y bullicio por este nacimiento. Transcurrieron horas, él está cómodamente junto a su madre, acariciándole ella, horas infinitas de ternura mas el mundo sólo giraba para ambos en un único compás. Avanzaba la niñez de aquel que será el protagonista de esta historia. Él, muy inquieto, divertido, bondadoso, travieso, muy elegante en su andar y muy curioso por lo que ocurre y ocurrió en torno a su familia. En una de sus tantas horas compartiendo con su madre él le había preguntado sobre su padre, ella le comentó con un nudo en la garganta, con lágrimas lúgubres, con voz entrecortada, que su padre habría sufrido un “accidente” en una de sus actividades laborales y que igual suerte también tuvieron hermanos, primos y abuelos, le dijo ella: - “hijo, el mundo está lleno de sorpresas, vicisitudes, obstáculos, injusticias y desamor. Sólo haz el bien sin mirar a quien, vive cada instante, cada minuto como si fuera el último; de esa forma hallarás el motivo de vivir en esta vida”, él era el único varón ya todos los demás “machos” lo miran desde el umbral del cielo. Su cuna, su cuarto, no podría ser mejor, de algodón, de suave aroma; la comida exquisita, abundante, ¡comida real!, el trato agradable de todos para con él, tremenda tranquilidad alrededor, tenebrosa quietud de días y noches, “¿son mis esclavos todos?”, pensaba él. También dijo en varias oportunidades: -“Esto es un sueño, la vivencia mía en esta casa un paraíso en la tierra, un pedazo de cielo aquí, yo el beneficiario de tanta bendición, jamás existirá alguien con más suerte que la mía, en el frío no me falta cobija, en el calor un ambiente fresco es mi realidad, no hay sed, ni hambre, ni lucha, ni guerras”. Quisiera nunca dejar esa sensación que día a día lo acompaña, él se sentía como un rey, si era un sueño, quería no despertar nunca.
Vivía cada momento, cada instante como si fuera el último de su vida, pues, fue una hermosa enseñanza, la de su madre, que caló hondo en él, ella era su compañera de días, su sola presencia era un regalo celestial-divino. Él está bastante robusto, grande, elegante, todos lo miran. Hablar de él era un tema de nunca acabar, era importante, magnífico, apreciado por todos, malcriado y hasta idolatrado, era fuerte, respetado y temido; se preguntaba él algunas veces en voz alta: -“¿Soy un rey?, ¿soy un Dios?” (CONTINUA, ENTRA EN COMENTARIOS)
miércoles, 7 de noviembre de 2007
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Su educación era muy buena, distinguida. En uno de sus tantos viajes por el interior, pues, eran constantes sus viajes, corría por los lugares escampados, arbolados y agradables; siempre muy atendido y cuidado por sus “esclavos”, en una de sus aventuras había conocido a una hermosa dama, a la cual todavía no pudo cortejar, pues, su traqueteo sin fin y su ocupación abrumadora no lo dejaban siquiera un momento para que pudiera a ella su amor recitar, lo único que esperaba era el momento de verla nuevamente, seducirla y quizás compartir con ella follajes enteros, momentos incomparables e irrepetibles de andanzas y flirteo por los caminos de la ciudad en donde ella vive.
Han transcurrido 4 años en su vida, desde el inicio, desde la cuna, algunas veces ha escuchado comentarios, en donde decían que era muchos años de vida para él, empero, él firme, confiando en su destino siempre decía lo contrario, sólo ha empezado a vivir. Siempre ha buscado su destino, siempre despertó de sueños y pesadillas, en donde de difícil interpretación, se juntaban enigmas y acertijos de vida. Convencido estaba que esos sueños recurrentes significarían algo en sus días, en su monótona y aburrida vida. Él quería hacer algo más, quería salir al mundo conquistar, quería ser alguien más. No sabía que su destino ya fue trazado y no por los caminos que él elegiría, sino por manos maquiavélicas que manipulaban y trazaban rumbos a conveniencia, destinos enteros ya eran trazados con antelación, mucho antes del nacimiento de los “reyes” de los cuales uno de ellos era “mbarete”, pues, su nombre era ese. A él le gustaban las buenas melodías, la buena música, la clásica de Mozzart sus predilectas. -“¿Por qué tanto silencio en torno a mi destino?”, se pregunto más de una vez. Su madre inmutable ante tantos asedios, ante tantas interrogantes, ella aprendió a vivir ignorando a sus embates. Él intentaba hacer planes para su futuro, cómo podría viajar más lejos, a más lugares, le gustaba la libertad, la sensación de ser como el viento.
Hoy es un día especial para él, también para su madre, ella sabía su destino, era el destino de todos, se encontraron unos minutos antes de la partida, ella lo acarició, lo miró fijamente a sus ojos, no pudo su llanto detener, pero fue fuerte y lo seguirá siendo, era una despedida, en la que se fundieron tristeza fúnebre y alegría divina. Él la miraba, se besaron, se despidieron, él le dijo: “Madre volveré junto a ti muy pronto, no te preocupes por mí, mi destino es volver, aún no culminé mi tarea, mi destino es cuidarte y estar junto a ti”. Ella le contestó: “Mi destino es cuidarte, pero no puedo”. Partió, subió a esa hermosa carroza dorada, era el día del “debut”, creía él que era el inicio de su primer trabajo, también creía que era su presentación como Rey, decía: “Soy hijo de una reina, soy el Rey, soy mbarete”. Llegóse al punto final del recorrido, escucha fuerte su nombre, la gente lo aclamaba, lo veneraba, a coros gritaban: “mbarete!”, lo invitaron a bajar, así lo hace, muy lentamente por esa alfombra roja, ingresa a un pequeño y angosto pasadizo, pareciera ser el comienzo de un laberinto, pensaba que tal vez era un juego, le gustaba esa idea, fuertemente se apoyaba de eso en su mente mas la incertidumbre y el miedo lentamente se apoderaban de él, el público presente seguía gritando su nombre, Mozzart de fondo sólo para alegrarlo más, seguía firme y muy confiado en su presentación al mundo, aplausos cada vez más insistentes y fuertes, llenaban de regocijo el ambiente, todos alegres y seguían gritando con énfasis su nombre, nombre del Rey, él se sentía lleno de paz, gozo y amor.
Alguien dijo: “¡mbarete va a torear!”, él lo escuchó, se sonrojó, su corazón latió más fuerte, él está a la espera de su capa, mientras pasea por ese pasadizo, está esperando su vestimenta de oro, piensa que es un gran torero, todos siguen gritando su nombre, eufóricos todos siguen sumergidos en ese barullo ensordecedor. En esta desigual lucha por la diversión, por la ignorancia, por la injusticia, sólo puede haber un ganador, él confiado pensaba, creía que sería él el vencedor. Espera ansioso su gorro, su espada, espera el momento oportuno, la gran salida, confiado dice: “Quiero tener ya la oportunidad de darle la estocada final a la bestia con la que voy a luchar, nunca me he preparado para este desafío, es difícil creer en esta odisea, es difícil aceptar esta realidad, pero, todo me salió bien en esta vida, hoy no creo que será diferente, seré yo el ganador, estoy confiado”. Pensó y recordó enseñanzas de vida, comentarios de su madre, en la que le contaba sobre circos romanos, eran lugares en donde peleaban contendores hasta morir, esto era algo muy parecido a eso pero en el año 2000 -“¿Acaso la civilización se olvidó de la diversión sana? No es justo morir-matar sólo para divertir a los demás, no es justo que otros decidan tu destino, no lo es”. De repente alguien le pegó, le hierven sus ojos (le derramaron sal), corrió, salió del pasillo, salió a la contienda, pensó, “pero aun no me han dado la espada, mi vestimenta”. Salió presuroso de ese laberinto de juego, de vida, de muerte. - “Varias bestias me están persiguiendo, los voy a perseguir también, tienen capas, están bien vestidos los malevos ¿Qué pasa?, son muchos”. Una bestia corrió frente a él, el dolor en su pecho era fuerte, de hiel el momento, le han clavado en la espalda, eran banderines, varios penden de él, de diferentes colores, con diferentes leyendas, con diferente dolor, las gotas de sangre se fundían con sus lágrimas derramadas al viento.
-“¡Qué dolor!”, la bestia sobre el caballo lo apunta con una rejón, cual lanza del demonio, corrió hacia él enfrentándolo de frente, le atravesó el costado, un poco más y lo hubiera atravesado de lado a lado, la lanza quedó casi atorada a su cuerpo, él no podía creer, no conocía tanto dolor, creía que era una pesadilla y quería despertar pronto. Se preguntó: -“¿Por que me hacen esto?, por favor no más dolor, ¡basta ya!, alejad de mí el sufrimiento”. Sus venas hierven, su corazón a punto de estallar, ahora se dio cuenta y dijo: -“Soy yo el toro del rodeo, no lo sabía hasta hoy, soy una víctima del destino trazado por manos despiadadas, por hombres sin corazón, estos malditos me han criado como rey, sólo para que dé un buen espectáculo, haré honor a mi nombre, debo ganar esta lucha”.
-“¡Auxilio!” dijo, trató de gritar, gritó, lloró de dolor, nadie le tendió la mano, quedó solo frente al mundo, miró al cielo y le reclamó al Dios todo poderoso una ayuda y dijo: -”jamás he hecho mal a nadie, nunca dañé a nadie, por favor ayúdame a salir de este laberinto sin fin, no aguanto este dolor, ¿Cuál fue mi error? ¿Quizás haber nacido?”. Dio vueltas en círculos, no hay escapatoria, no hay retorno, sus preguntas aun más dolorosas y sin respuestas: -“¿Por qué me han tirado aquí, por qué me encierran aquí?, saben que no tengo oportunidad de escapar, de triunfar, estas bestias también lo saben, denme una chance para defenderme, denme capa y espada y les haré frente, les demostraré mi garra”, considera una burla hacia él y su familia más aun en este siglo XX, se ha preguntado, en estos últimos minutos, si ha pecado tanto en otra vida, que se ha reencarnado en el infierno, como un animal de diversión, piensa que quizás este dolor lo libere del pecado, es la única explicación que le encuentra a su vida en estos momentos, se pone de pie, firme, luego de varios tropiezos, su postura de rey, mira al hombre aquel que le apunta con una filosa espada a su cabeza, respira lento, ya no tiene aire, ya no tiene fuerzas, se sacude, grandes gotas de sangre se funden con sus lágrimas y acaban regando el suelo, la arena; su débil corazón late fuerte pero a punto de detenerse, siente esa espada atravesarle la cabeza, esta caliente el acero filoso, su sangre se enfría, no está preparado para abandonar su cuerpo, su alma se desprendió y sigue desde arriba el último camino de su cuerpo, el cual se encuentra maltrecho en el ruedo central, lánguido, moviéndose sólo sus músculos pero de dolor, su alma ya no está, lo arrastran, está inerte ya, sigue la música, Mozzart lo despide, aquel toro “mbarete”, vivió como un rey, murió como un esclavo, esto sucedió (aun sucede) en la madre patria, en España, hace un par de años. ¡Que divertido!
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